Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, Y camino de vida las reprensiones que te instruyen. Pr 6.23

Diligentemente, manteniendo la unidad

“procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. (Efesios 4:3).

La unidad del Espíritu debe ser seriamente mantenida en humildad, mansedumbre, paciencia y amor entre los cristianos. El pasaje arriba describe el objetivo de un andar íntegro: la unidad en el Espíritu. Jesús oró por los creyentes: "para que todos sean una cosa, así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste". (Juan 17:21). Nuestro testimonio al mundo depende de nuestra unidad como creyentes.

El mundo está lleno de discordia, hostilidad, amargura y resentimiento. Si en medio del mundo hay un oasis de unidad y armonía, la gente se preguntará, qué tienen estas personas. Es entonces cuando tenemos la oportunidad de decir: "Esto es lo que Cristo hace". El mundo necesita ver que la iglesia de Cristo no es otro club social, sino un organismo de Dios; nacido sobrenaturalmente, sostenido sobrenaturalmente, y con un destino sobrenatural.

Nuestra unidad dependerá de las virtudes que hayamos ejercitado: mansedumbre, paciencia y el amor benigno. Sin ellos, la unidad es imposible. Además, nuestra unidad requiere de diligencia. La palabra traducida como "diligente" en Efesios 4:3 lleva la idea tanto de celo como de urgencia. La diligencia, en su sentido más alto, es el esmero y el cuidado en ejecutar algo. Una prontitud de hacer algo con gran agilidad tanto interior como exterior. Como toda virtud se trabaja, netamente poniéndola en práctica. Vamos entonces a trabajar por la unidad en el Espíritu, y a trabajar desde ahora. Necesitamos plena dedicación. Este es un paso personal, no de equipo, y si quiere darse prisa y empezar a trabajar en la unidad, necesita comenzar en su corazón. Comprométase primero en caminar dignamente, haciendo coincidir su vida con su teología.

Es doloroso observar todo el aislamiento y discordia que existe en  las iglesias hoy. Una de las principales causas que nos divide, es el enfoque en los distintivos denominacionales. En cambio, deberíamos centrarnos en los distintivos bíblicos, que es lo que nos une. Tenemos que humillarnos y aprender a amarnos unos a otros. Ahora entiéndase bien, la unidad no se alcanza iniciando un movimiento ecuménico mundial; pero la obtendremos cuando lleguemos a ser lo que Dios desea que seamos. Trabajar en la unidad es una tarea de tiempo completo que exige la máxima dedicación y obediencia de todo cristiano.


Oremos para que Dios nos de el entendimiento y fortaleza necesaria para trabajar con esmero en función de un cambio que empieza con cada uno de nosotros mismos.

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