Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, Y camino de vida las reprensiones que te instruyen. Pr 6.23

La remuneración de la Alabanza

"¡Aleluya! ¡Alabad a Dios en su santuario! ¡Alabadle en su poderoso firmamento!  ¡Alabadle por sus proezas! ¡Alabadle por su inmensa grandeza!  ¡Alabadle con toque de corneta! ¡Alabadle con lira y arpa! ¡Alabadle con panderos y danza! ¡Alabadle con instrumentos de cuerda y flauta!  ¡Alabadle con címbalos resonantes! ¡Alabadle con címbalos de júbilo!  ¡Todo lo que respira alabe a Jehovah! ¡Aleluya!". Salmo 150.

Piense en su más reciente oración al Señor. ¿Pasó el mayor tiempo alabándolo como pasó realizándole peticiones? En nuestra sociedad egoísta, muchas personas incluso van a la iglesia para conseguir cubrir sus necesidades: Cantar ayuda a las emociones; los sermones "alimentan al rebaño"; y la coral entretiene. Permitimos que nuestras propias preferencias eclipsen el propósito principal del Creador para nuestra vida, es decir, glorificarlo.

La alabanza magnifica y agrada al Señor, pero en realidad nos beneficiamos de la práctica también. En primer lugar, la adoración a Dios modifica nuestra estimación del "yo"; resulta imposible enaltecer a Dios verdaderamente mientras nos aferramos a la soberbia. En lugar de ello, llegamos a reconocer nuestro pecado, debilidad y necesidad de Él. Como la Escritura nos dice: "Por eso me complazco en las debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias por la causa de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte". (2 Corintios. 12:10).


Entonces, la alabanza apropiada nos humilla, ya que es un recordatorio de la grandeza de Dios y nuestra dependencia de él. Pero al mismo tiempo, exaltarlo fortalece nuestro sentido de seguridad, lo que aumenta nuestra fe. Por lo tanto, somos capaces de mirar más allá de nosotros mismos y nuestras circunstancias para ver la vida desde la perspectiva de Dios. Considere un beneficio adicional de la alabanza, que involucra nuestros cuerpos físicos: Cuando nos centramos en la bondad de Jesús, la tensión se va y nos encontramos con nuevas fuerzas. Todos estos efectos sobrenaturales de exaltación son posibles porque al enaltecer Su nombre, Dios está presente; el Salmo 22:3 nos dice: "Pero tú eres santo. ¡Tú, que habitas entre las alabanzas de Israel! ".

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