Y él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros. Efesios 4:11.
Después de su analogía del Salmo 68:18, en los versículos 9-10, Pablo continúa su explicación de los dones espirituales. Cristo no sólo da dones a los creyentes individuales, sino a todo el cuerpo. A cada creyente le da dones especiales de capacitación divina, y a la iglesia en general Él provee de hombres especialmente dotados como líderes (vea versículo 8: "dio dones a los hombres"), bien sea apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. No sólo los apóstoles y profetas son divinamente llamados y colocados, sino también evangelistas, pastores y maestros .
En 1 Corintios 12:28, Pablo dice: "A unos puso Dios en la iglesia, primero apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros". Esa declaración añade peso no sólo a la idea del llamamiento divino, sino también a la importancia cronológica, "primero, segundo, tercero", en la asignación de estos hombres dotados a la iglesia.
A las primeras dos categorías de hombres dotados, apóstoles y profetas, les dio tres responsabilidades básicas:
- poner los cimientos de la iglesia (Efesios 2:20);
- recibir y declarar la revelación de la Palabra de Dios (Hechos 11:28; 21:10-11; Efesios 3:5); y
- dar la confirmación de la Palabra a través de "señales, prodigios y milagros" (2 Corintios 12:12; cf. Hechos 8:6-7; Hebreos 2:3-4).
Los primeros de los hombres dotados en la iglesia del Nuevo Testamento fueron los apóstoles, de los cuales Jesucristo mismo es el más importante (Hebreos 3:1). El significado básico de apóstol (apostolos) es simplemente la de un enviado a una misión. En su sentido principal y más técnico apóstol es utilizado en el Nuevo Testamento sólo para los doce, incluyendo a Matías, quien reemplazó a Judas (Hechos 1:26), y a Pablo, quien fue el único dispuesto aparte como apóstol de los gentiles (Gálatas 1:15-17; cf. 1 Corintios 15:7-9; 2 Corintios 11:5). Los requisitos para el apostolado eran haber sido elegido directamente por Cristo y haber sido testigos de la resurrección de Cristo (Marcos 3:13; Hechos 1:22-24). Pablo fue el último en cumplir con esas calificaciones (Romanos 1:1; etc.). No es posible, por tanto, como algunos afirman, que exista apóstoles en la iglesia de hoy. Algunos hemos percibido que los apóstoles eran como delegados a una convención constitucional. Cuando la convención termina, la posición cesa. Cuando se completó el Nuevo Testamento, el oficio de apóstol cesó.
El término apóstol es utilizado en un sentido más general en otros hombres de la iglesia primitiva, como Bernabé (Hechos 14:4), Silas y Timoteo (1 Tesalonicenses 2: 6), y algunos otros líderes destacados (Romanos 16 :7; 2 Corintios 8:23; Filipenses 2:25). Los falsos apóstoles que habla 2 Corintios 11:13 sin duda corrompen esta clase de apostolado, ya que los auténticos se limitaron a trece y eran bien conocidos. Los verdaderos apóstoles del segundo grupo fueron llamados "mensajeros (apostoloi) de las iglesias" (2 Corintios 8:23). Mientras que los trece era apóstoles de Jesucristo (Gálatas 1:1; 1 Pedro 1:1; etc.).
Los apóstoles de ambos grupos fueron refrendados "por señales, prodigios y milagros", (2 Corintios 12:12), pero en ninguno de los grupos ellos fueron perpetuados. Por otro lado en ningún sentido el término apóstol fue utilizado en el libro de los Hechos después del capítulo 16:4. Tampoco hay ningún registro en el Nuevo Testamento de reemplazo después de la muerte de un apóstol en ninguno de los grupos.
Los profetas también fueron designados por Dios como hombres especialmente dotados, y se diferencian de aquellos creyentes que tienen el don de la profecía (1 Corintios. 12:10). No todos los creyentes podrían ser llamados profetas. Parece que el oficio de profeta era exclusivamente para el trabajo dentro de una congregación local, mientras que el de apostolado era un ministerio mucho más amplio, que no se limita a un área, como se deduce de las palabras apostolos ("uno que es enviado a una misión"). Pablo, por ejemplo, era conocido como un profeta cuando él ministró a nivel local en la iglesia de Antioquía, (Hechos 13: 1), pero en otros lugares fue siempre conocido y llamado apóstol.
Los profetas a veces anunciaban la revelación de Dios (Hechos 11:21-28) y, a veces simplemente anunciaban la revelación ya dada (como se implica en Hechos 13:1, donde se conectan con los maestros). Siempre hablaban por Dios pero no siempre daban un mensaje recientemente revelado por Dios. Los profetas eran secundarios a los apóstoles, y su mensaje debía ser juzgado por el de los apóstoles (1 Corintios 14:37). Otra distinción entre los dos oficios puede haber sido que los mensajes apostólicos eran más generales y doctrinales, mientras que el de los profetas eran más personales y prácticos.
Como los apóstoles, sin embargo, su oficio cesó con la terminación del Nuevo Testamento, al igual que los profetas del Antiguo Testamento desaparecieron cuando se completó ese testamento, unos 400 años antes de Cristo. La iglesia fue edificada "sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular". (Efesios 2:20). Una vez que se sentaron las bases, la obra de los apóstoles y profetas terminó.
No se hace mención de los dos últimos oficios reemplazaran a los dos primeros, porque en los tiempos del Nuevo Testamento todos estaban operativos. Pero el hecho es que, a medida que continuaron a sirviendo a la iglesia, los evangelistas, pastores y maestros tomaron la batuta de los apóstoles y profetas de la primera generación.
La Iglesia siempre estará en deuda con los apóstoles, a través de los cuales Cristo estableció la plenitud de la doctrina del Nuevo Testamento (Hechos 2:42). Esos únicos hombres llamados y facultados, registraron la revelación final de Dios como Él se las reveló a ellos.
Los profetas, aunque no solieran recibir la revelación directa de Dios, sin embargo, fueron muy decisivos en el fortalecimiento de la iglesia primitiva. Ambos apóstoles y profetas han pasado del escenario (Efesios 2:20), pero el fundamento que ellos pusieron es aquel en el que todas las iglesias de Cristo han sido construidas.
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