"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones. De esta manera, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios, también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación. Porque de la manera que abundan a favor nuestro las aflicciones de Cristo, así abunda también nuestra consolación por el mismo Cristo. Pero si somos atribulados, lo es para vuestro consuelo y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación, la cual resulta en que perseveráis bajo las mismas aflicciones que también nosotros padecemos. Y nuestra esperanza con respecto a vosotros es firme, porque sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, lo sois también en la consolación". 2 Corintios 1:3-7.
A las personas les encantan los animadores; y el Señor se propone para cada uno de sus hijos que seamos animadores. Un animador es capaz de estar al lado de alguien más para dar esperanza y consuelo, con el fin de alentarlo a mantenerse firme a través de tiempos difíciles. No nacemos con esta capacidad plenamente desarrollada, pero podemos observar varios pasos esenciales para ser capaces de ayudar y solidarizarnos con un amigo desalentado.
En primer lugar, tenemos que estar dispuestos a experimentar el dolor. El apóstol Pablo era un animador; en el versículo 4 del pasaje de hoy, él nos impulsa a alcanzar a otros con la "consolación con que nosotros somos consolados por Dios". Para experimentar el consuelo y que este fluya a través de nosotros, tendremos inevitablemente que pasar por la senda del sufrimiento. Hay eficacia en el toque de una persona que ha pasado por el valle de sombras. Alguien que no ha experimentado dificultades solo ofrece palabras vacías, sin esperanza.
En segundo lugar, tendremos que aprender los principios que estén disponibles para nosotros al pasar por los sufrimientos. Si podemos ver nuestro dolor como una materia en la universidad de Dios, donde nuestra inscripción producirá un grado en consolación, gran parte de la preocupación se disipará. El Señor nos enseña a poner nuestra confianza en Él; es entonces cuando podrá pasar esa sabiduría a los demás.
Los animadores más eficaces son los que dicen: "No había nada que yo pudiera hacer sino clamar a Dios. Déjame que te cuente lo que el Señor hizo en respuesta". Ahora bien, si tratamos de escapar de las lecciones del sufrimiento, vamos a perder la oportunidad de aprender los principios que nos proporcionan consuelo; entonces tampoco podremos ser útiles consolando a los demás. Nuestro amoroso Padre construye animadores a partir del material de una vida dispuesta a ser quebrantada.
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