Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, Y camino de vida las reprensiones que te instruyen. Pr 6.23

enero 2015

"En esto os alegráis, a pesar de que por ahora, si es necesario, estéis afligidos momentáneamente por diversas pruebas, para que la prueba de vuestra fe—más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego— sea hallada digna de alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo". 1 Pedro 1:6-7.

Incluso aquellos que mantienen estrecha e íntima comunión con el Señor no son inmunes a las decepciones, obstáculos, desafíos, luchas y sentimientos de desesperanza. De hecho, a veces, Dios nos permite afrontar circunstancias imposibles con el fin de probar y tratar nuestra fe. Es la adversidad lo que nos motiva a buscarlo, y cuando lo hacemos, Él fielmente nos fortalece y nos consuela.

Dios conoce todas las emociones, la necesidad y el deseo que tenemos. Él se preocupa cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles y desmayamos. Él escucha nuestros gritos y entiende exactamente lo que se requerirá para llevarnos a una relación más íntima con Él.

El apóstol Pedro dirigió sus dos cartas "a los expatriados de la dispersión en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia". (1 Pedro 1:1; 2 Pedro 3:1). Si tuviera que elegir un título moderno para sus cartas, podría considerar los siguientes: "Estímulo para tiempos de sufrimiento", o "Esperanza para los que sufren"; porque aliento y esperanza fue exactamente lo que Pedro transmitió a estos creyentes en dificultades.

Estos cristianos se enfrentaron a todo tipo de persecución. Fueron golpeados, calumniados, agredidos, y en muchos casos perdieron la vida por su fe en Jesucristo. Pedro les llama "extranjeros" porque su ciudadanía no era de este mundo, sino del reino de Dios. Aún así, se enfrentaron a tiempos de gran desánimo y pérdida; necesitaban el coraje que sólo está disponible a través de Cristo. Pedro les explicó que podían regocijarse incluso en los momentos de prueba porque Jesús, su resucitado Salvador y Señor, siempre sería la esperanza viva morando en ellos (1 Pedro 1:3). Mientras tengamos al Señor Jesucristo, ninguna situación es desesperada.

¿Le gustaría tener esta esperanza eterna? Entonces enfoque su corazón en Jesús (1 Timoteo 4:6). Él desea inducir su voluntad y puro afecto para que alcance buen fruto en su vida. Incluso si usted se encuentra en una situación que pareciera imposible de resolver, recuerde que Él tiene una visión completamente diferente de los detalles. Y si se lo permite, Él tomará su vida, sin importar lo magullada y rota que esté, y hará algo hermoso de ella.


Él dará esperanza en lugar de cenizas, gozo en lugar de tristeza, y una capa de alegría en lugar de desánimo (Isaías 61:1-3). ¿Será solo esto de lo que se trata? Se trata de la continuación del ministerio de Jesucristo en su vida. Por lo tanto, llévele a Él sus aflicciones y decepciones. Exprésele sus penas, y Él restaurará su esperanza.

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas". Efesios 2:8-10.

A través de la historia y de los años los consejos, escritos, mensajes, y palabras de muchos hombres de Dios han perdurado y han sido de influencia para la vida de generaciones siguientes. Estos mensajes han perdurado porque ellos le dieron prioridad a las cosas de valor eterno en lugar de las cosas pasajeras de este mundo.

Lamentablemente, muchas personas escogen una existencia sin ningún significado perdurable. Ellos salen cada día a conseguir tanto dinero como sea posible, a complacerse a si mismos, y retirarse a disfrutar de la buena vida pagana. La verdadera vida, que realmente vale la pena vivir, consiste en entregarse sin reservas a Dios, para que Él nos pueda usar de la manera que a Él le parezca adecuada. Cristianos como Clemente, Policarpo, Irineo, Ignacio, Justino mártir y tantos otros que hicieron un impacto duradero en su esfera de influencia, tuvieron una pasión por servir al Señor. Buscaron maneras de expresar su amor y devoción a Él.

Como ciudadanos de un reino celestial, los creyentes debemos acudir a nuestros puestos de trabajo como "siervos del Dios todopoderoso". Tal vez usted esté pensando, que tiene un trabajo secular o que su vida no es de mucha importancia. Amigo, hermano, si usted está decidido a encontrar la manera de ser útil para el reino, Dios le proveerá de las tareas que son de valor eterno. Sea sensible hacia las almas que no conocen a Cristo. Comparta su fe con los que sufren. Ya sea a través de su vocación o en su comunidad, esté disponible para las personas que necesitan ayuda. Dígale a otros lo que el Señor está haciendo en su vida.


Estamos llamados a servir a Dios donde nos encontremos. A todos nos ha sido dado el trabajo de evangelistas y maestros, (Mateo 28:19), así como la tarea de cuidar a los que están en necesidad . (Isaías 1:17; Gálatas 6:2). Hay mucho trabajo por hacer.

"Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel al ponerme en el ministerio,  a pesar de que antes fui blasfemo, perseguidor e insolente. Sin embargo, recibí misericordia porque, siendo ignorante, lo hice en incredulidad.  Pero la gracia de nuestro Señor fue más que abundante con la fe y el amor que hay en Cristo Jesús.  Fiel es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. No obstante, por esta razón recibí misericordia, para que Cristo Jesús mostrase en mí, el primero, toda su clemencia, para ejemplo de los que habían de creer en él para vida eterna. Por tanto, al Rey de los siglos, al inmortal, invisible y único Dios, sean la honra y la gloria por los siglos de los siglos. Amén". 1 Timoteo 1:12-17.

Pablo se describió a sí mismo como el peor de los pecadores, sin embargo, fue alguien por quien Dios expresó su favor y amor. (1 Timoteo 1:16). A causa de la gracia divina, el apóstol llegó a ser una nueva creatura y un miembro de la familia de Dios. Él comenzó a tener  un nuevo propósito de vida, uno que glorificaba a su Padre celestial y encaminaba a construir su reino. Desde ese día en adelante, las actitudes y el comportamiento de Pablo fueron radicalmente diferentes.

A través de la obra transformadora del Espíritu Santo, el carácter de Pablo fue destacado cada vez más por la gratitud y la compasión. Sus escritos expresan constantemente su agradecimiento por las bendiciones de Dios e instan a otros a ser agradecidos también. Sus palabras también revelan la humildad. Aún cuando era un hombre muy educado, influyente, que contaba con excelentes credenciales expresó: "Pero las cosas que para mí eran ganancia, las he considerado pérdida a causa de Cristo. Y aun más: Considero como pérdida todas las cosas, en comparación con lo incomparable que es conocer a Cristo Jesús mi Señor. Por su causa lo he perdido todo y lo tengo por basura, a fin de ganar a Cristo". (Filipenses 3:8).

Después de que Pablo conoció a el Salvador, sus acciones también cambiaron dramáticamente. Él se preocupaba mucho por los que todavía no conocían a Dios, y deseaba fervientemente ayudar a los cristianos a crecer en su fe. Por el resto de su vida, él sirvió al Señor predicando el evangelio de Cristo, alentando a creyentes, y procurando para las necesidades de otros. Pablo aceptó el sufrimiento por la causa de Cristo y esta fue una parte de esa nueva vida.


Al leer acerca de la vida del apóstol, observamos la gracia en acción. Él fue usado como embajador de Dios a los gentiles. A través de él, las verdades bíblicas se registraron para las generaciones futuras. Querido amigo, el Espíritu Santo también busca transformar nuestras vidas, así como lo hizo Pablo. ¿Estás permitiendo que la gracia trabaje dentro de ti?

“Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados:  con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor”. (Efesios 4:1-2).

Jesús es nuestro mayor ejemplo de mansedumbre: Él se enojó cuando Dios el Padre fue deshonrado, pero no así cuando lo hicieron con Él. Jesucristo es nuestro ejemplo supremo de mansedumbre. Pablo se refiere específicamente a esto en 2 Corintios 10:1 cuando dice: "Ahora yo, Pablo, os exhorto por la mansedumbre y ternura de Cristo". Jesús mismo dijo: "aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón". (Mateo 11:29).

Jesús mostró indignación cuando fue apropiado. Cuando Él encontró el templo lleno de personas que vendían animales para el sacrificio, convirtiéndolo en un mercado, Él los expulsó, derramando el dinero y volcando sus mesas ( Mateo 21:12-13). Él les dijo: "Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones".  Jesús dijo después a los escribas y fariseos: "¡Serpientes! ¡Generación de víboras! ¿Cómo os escaparéis de la condenación del infierno?" (23:33). Él no permaneció de brazos cruzados mientras el Templo era profanado. Él pronunció juicio contra los hipócritas que deshonraban a Dios.

Sin embargo, a pesar de que Jesús se enojó cuando Dios fue difamado, Él no tomó represalias ni condenó a los que le atacaron. "Porque también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas. El no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca. Cuando le maldecían, él no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia" (1 Pedro 2:21-23). Cuando el templo de Dios fue contaminado, Jesús lo limpió. Pero cuando fue profanado el templo de su cuerpo, soportando la agonía de la cruz, con burladores alrededor, todo lo que dijo fue: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". (Lucas 23:34). Eso es mansedumbre suprema, desinterés total.

Todos sabemos que es muy fácil devolver el golpe cuando alguien nos critica o nos ataca, pero ese no es el camino de un cristiano apacible tratando de caminar dignamente. El único momento en que debemos dejar que el león en nosotros ruja es cuando el honor de Dios está comprometido. Jesús perdonó a quienes lo crucificaron. ¿Podremos nosotros hacer algo menos por los que nos hacen daño?


Todos nos quedamos cortos con el ejemplo de mansedumbre de Cristo. Oremos para que Dios nos ayude cada día a reflejar cada vez más la mansedumbre de Cristo.

“Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados:  con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor” (Efesios 4:1-2).

Nuestra ira debe estar bajo control y debería producirse sólo por razones correctas. Anteriormente les he escribí acerca de la mansedumbre; se podría pensar que los cristianos siempre deben estar en silencio y con una actitud pasiva, nunca llegar a molestarse o enojarse por nada. En realidad, los creyentes tienen derecho a enojarse, pero sólo bajo ciertas condiciones. Efesios 4:26 dice: "Enojaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo". Así que hay un cierto tipo de ira que no es pecaminosa. Deberá estar bajo control, y deberá ser resuelta con prontitud.

Proverbios 25:28 dice: "Como una ciudad cuya muralla ha sido derribada, es el hombre cuyo espíritu no tiene freno". Alguien que está fuera de control es vulnerable. Cae en toda tentación, en fracaso y debilidad. Por otra parte, "Es mejor el que tarda en airarse que el fuerte; y el que domina su espíritu, que el que conquista una ciudad". (16:32). El que domina su espíritu tiene el poder y la energía, pero mantiene bajo control. Ese mismo poder y la energía fuera de control crea nada más que caos y maldad. Los que se enojan fácilmente, no son apacibles.

La persona apacible, por otro lado, controla sus energías y fuerzas, pero tienen un lado difícil. Ellos no respaldarán el pecado o dejarán de condenar el mal. Siendo que la persona apacible se somete a Dios, él se enoja por cosas que ofenden a Dios, no a sí mismo. Si alguien lo ofende personalmente, él no busca venganza. Pero cuando Dios es blasfemado, el león ruge en él. Esa ira se llama justa indignación. Bajo el control de Dios, la ira reacciona solo cuando debería reaccionar, por la razón correcta, y por cierta cantidad de tiempo.

Si usted es propenso a enojarse por las razones equivocadas, pida perdón y fortaleza a nuestro Dios, de manera que pueda aprender a comprometerse a ser apacible cuando habitualmente estalla en ira. Ahora bien, si no se enoja cuando ve mal, sino que se complace y deleita con los que le acompañan, entonces pídale a Dios que lo haga más sensible a lo que Él odia.


El libro de Éxodo capítulo 32 describe el momento cuando Moisés estaba recibiendo la ley de Dios en el Monte Sinaí; al mismo tiempo los israelitas estaban involucrados en la idolatría y el libertinaje. ¿Recuerda usted cuál fue la reacción de Moisés frente ese pecado? ¿Guardó Moisés rencor contra ellos (vv. 31-32)? ¿Cómo puede el ejemplo de Moisés ser un modelo para su vida?

“Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados:  con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor”. (Efesios 4:1-2).

El antídoto para nuestra sociedad vengativa y violenta es la mansedumbre bíblica. Una calcomanía para parachoques muy popular dice: "No se enoje - Vénguese". La gente exige lo que ellos perciben como sus derechos, sin importar el daño que esa exigencia pueda causar a otros. Algunos van a los tribunales para exprimir hasta el último centavo de los que les hieren. Cada vez más crímenes violentos se cometen cada año. Necesitamos una fuerte dosis de verdad bíblica para curar estas actitudes. La solución bíblica es la mansedumbre.

El mundo podría interpretar la gentileza o la mansedumbre como cobardía, timidez o debilidad. Pero la Biblia tiene otra definición para esta palabra: no ser vengativo, amargado o no perdonador. Es una zona de tranquilidad, sumisión voluntaria a Dios y a los demás, sin rebeldías, presunciones vengativas, como las  que caracterizan a la naturaleza humana.

La palabra griega traducida como "mansedumbre" es utilizada para representar a una medicina calmante, una brisa con luz fresca o un potro que se ha fracturado y domesticado, cuya energía podría ser canalizada con fines útiles. También describe a uno que es tierno, agradable y amable.

Sin embargo la mansedumbre no es cobardía. Es el poder bajo control. El león del circo tiene la misma fuerza que un león salvaje de África, pero ha sido domesticado. Toda su energía está bajo el control de su maestro. De la misma manera, el león que reside en una persona mansa ya no busca su propia presa o sus propios fines; es sumisa a su Maestro. Ese león no ha sido destruido, sólo ha sido templado. La mansedumbre es una característica del fruto del Espíritu. (Gálatas 5:23). También es una clave para la sabiduría. Santiago 3:13 pregunta: "¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? ¡Que demuestre por su buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría! ". El versículo 17 dice: "En cambio, la sabiduría que procede de lo alto es primeramente pura; luego es pacífica, tolerante, complaciente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y no hipócrita".


Incluso si la gentileza no es valorada en nuestra sociedad, es crucial para nuestra piedad. Búsquela diligentemente y con oración. Si usted tiende a ser en absoluto vengativo o rencoroso, pida perdón a Dios y su ayuda para perdonar a los que le hagan daño. En lugar de responder como ellos, trate de ser amable. Muestre una actitud semejante a la de David. A lo largo de todo el libro de 1 Samuel, el rey Saúl intentó varias veces capturar a David y matarlo. Sin embargo cuando en dos oportunidades, David tuvo la posibilidad real de matar a Saúl, se mostró benigno. Eso es mansedumbre; puedo hacerlo más no me permitiré hacerlo. Lea 1 Samuel 24.

“Por eso, los que sufren según la voluntad de Dios, que encomienden sus almas al fiel Creador, haciendo el bien”. 1 Pedro 4:19

Aquí hay tres reacciones que necesita activar cuando se encuentre con el sufrimiento.
En primer lugar, usted debe regocijarse por lo que Dios está permitiendo que suceda. (ver 1 Pedro 4:13).
En segundo lugar, es necesario que examine su vida (véase 1 Pedro 4: 17-18). ¿Estoy sufriendo por algo que he hecho? Si el Espíritu Santo te convence de que su sufrimiento es el resultado de su pecado, entonces usted necesita confesar a Dios y arrepentirse. 1 Juan 1:9.

En tercer lugar, al revisar su vida y descubre que su sufrimiento es por la causa de Cristo, entonces simplemente confiar en Él (véase 1 Pedro 4:19). No es su problema. Es  problema de Él.


En 1 Pedro 4:19 vemos la palabra "encomendar". Ese es un término bancario. Significa depositar algo de valor con alguien más, para mantenerlo a salvo. Que hermoso es saber que Él cuidará de cada uno de nosotros. Podemos contar con él.

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo levanta; y todo el que lleva fruto, lo limpia para que lleve más fruto” Juan 15:1-2

Cuando Salomón construyó su templo, empleó ochenta mil canteros. Ellos esculpieron y dieron forma a las piedras en la cantera antes de llevarlos al Monte del Templo. ¿Por qué? Porque Salomón no quería que el sonido de los martillos y cinceles se escuchara en el Monte del Templo.

De la misma manera, "también vosotros sed edificados como piedras vivas en casa espiritual para ser un sacerdocio santo". 1 Pedro 2:5. Usted es piedra viva de Su templo y Dios está esculpiendo y dándole forma aquí en la "cantera" de la tierra. Parte de su modelado es por medio de pruebas o hasta persecuciones. Así que no mire los ejecutores como enemigos, sino como canteros de Dios.


La próxima vez que alguien lo insulte, diga "Gracias a Dios, otro cantero". Dios me está moldeando para que sea lo que debo ser.

“Asimismo vosotros, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y revestíos todos de humildad unos para con otros, porque: Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes”. 1 Pedro 5:5

El ser "revestidos" en 1 Pedro 5:5 significa atar un nudo o ponerse el delantal de un siervo. Básicamente, este versículo nos exhorta a atarnos el delantal de un esclavo y ser humilde.

¿Por qué piensa usted que Pedro usó esta forma de hablar? Creo que fue porque Jesús se quitó su manto, se ciñó una toalla y empezó a lavar los pies de sus discípulos. Pedro nunca olvidaría ese momento. Según las Escrituras, "Pedro le dijo: —¡Jamás me lavarás los pies! Jesús le respondió: —Si no te lavo, no tienes parte conmigo". (Juan 13: 8).

Hay dos lecciones aquí:
  1. Debemos ser revestidos de humildad. No se puede mirar a alguien por debajo de los hombros cuando estamos lavando sus pies.
  2. A pesar de que somos salvos, caminamos en un mundo sucio. Tenemos que venir a Jesús todos los días para limpiar, restaurar y refrescarnos de nuestros pecados.

“He aquí vengo pronto, y mi recompensa conmigo, para pagar a cada uno según sean sus obras”. Apocalipsis 22:12.

La diferencia entre las personas no es que unas tienen más tiempo que otras. La diferencia está en si utilizan el tiempo sabiamente. Usted dirá: "Bueno, solo estoy matando el tiempo." Matar el tiempo es cometer suicidio poco a poco. Usted se acaba matándose a sí mismo porque, usted + tiempo = vida.

Ahora eso no significa que usted va a estar ocupado cada momento. Es necesario que haya equilibrio en su vida; nos reportamos con Dios primero y pedimos su dirección, antes de hacer planes y añadir cosas a nuestra agenda.


Asegúrese de que está haciendo lo que Dios quiere que haga . Tomemos pues el ejemplo de Jesús; el vino a la tierra a hacer una obra y al final de su vida dijo: "Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese". (Juan 17: 4).

"a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo" (Efesios 1:12).

En la salvación, como en todo lo demás, Dios es preeminente. Se merece todo el crédito. La preeminencia implica prestigio supremo; imagínese a uno que se destaca sobre todos los demás en una cualidad o logro particular. Entonces piense en estas palabras: No hay nadie más preeminente  que Dios .

Efesios 1:12 subraya esta gran verdad. Usted fue redimido y se le concedió una herencia eterna para que Dios sea glorificado. Ciertamente usted se beneficia enormemente de la salvación, pero la gloria de Dios es el tema principal.

Nuestra cultura centrada en el hombre no comparte ese punto de vista. Tristemente, su egoísmo y la mentalidad de auto-glorificación se ha colado en la iglesia, e incluso el propio evangelio ha sido sometido a su influencia. Por ejemplo el pecado a menudo se define por aquello que afecta al hombre, no como una deshonra a Dios. La salvación se presenta a menudo como un medio para recibir lo que Cristo ofrece, no como el mandato de obedecer lo que Él determinó. Muchos evangelistas de hoy en día han reducido el evangelio a poco más que una fórmula por la cual las personas pueden vivir una vida feliz y más plena. El foco se ha desplazado de la gloria de Dios hacia el beneficio del hombre.

Tal evangelio enrevesado  alimenta el fuego del amor propio y la auto-exaltación. Como creyentes estamos percibidos de cosas superiores a estas. Sabemos que el propósito de la vida es glorificar a Dios. Eso significa vivir para su gloria, significa subordinar todo lo que hacemos a la voluntad de Dios.

¿Qué propósito más elevado o más noble podríamos  permitirnos en esta vida? Pablo dijo: "olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante,  prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús". (Filipenses 3:13-14). Mantenga ese objetivo claramente presente en todo lo que haga en la actualidad. De esta manera su día será para alabanza de la gloria de Dios.


Alabado sea Dios por su preeminencia en todas las cosas. Pidamos a Dios que nos de la oportunidad de hablar de su preeminencia a otros, y recordemos que los demás nos estarán observando tanto en nuestras palabras como en nuestras acciones.

"En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad" (Efesios 1:11).

Dios tomó la iniciativa en la salvación eligiéndole a usted y concediéndole la fe salvadora. En Efesios 1:4 Pablo dice que Dios "nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él". En el versículo 11 reitera esta maravillosa verdad al afirmar que los creyentes han sido predestinados a la salvación según el propio propósito y la voluntad de Dios.

Muchos rechazan la enseñanza de que Dios escogió (predestinando) a los creyentes a la salvación. Ellos piensan que los creyentes escogieron por Dios. En cierto sentido tienen razón: la salvación implica un acto de la voluntad de apartarse del pecado para abrazar a Cristo. Pero el tema de la predestinación es más profundo que eso. Es una cuestión de iniciativa. ¿Dios lo escogió sobre la base de su fe en Él o lo hizo Él, escogiéndolo, porque permitió que usted respondiera en fe?

La respuesta está clara en la Escritura. Romanos 3:11 dice que no hay quien busque a Dios por su cuenta. Las personas no regeneradas no tienen capacidad para comprender la verdad espiritual. Todo es una locura para ellos (1 Corintios 2:14). Ellos están espiritualmente muertos (Efesios 2:1), ciegos ( 2 Corintios 4:4), e ignorantes (Efesios 4:18.).

¿Cómo pueden las personas en esa condición iniciar la fe salvadora? ¡No pueden! Es por eso que Jesús dijo: "Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere.... Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y el que a mí viene, no le echo fuera" (Juan 6:44, 37). Pablo añadió: "Dios... Nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad" (2 Timoteo 1:9).


Dios tomó la iniciativa. Él le eligió y le dio la fe salvadora (Efesios 2:8-9). Entonces regocíjese en esa verdad y descanse en el poder de Dios que conforma todas las cosas a su voluntad. Saque fuerza y confianza de las promesas  que están en Su palabra, la cual nos asegura que Él nunca nos abandonará (Juan 10:27-29). Entonces viva cada día como un elegido de Dios rehuyendo al pecado y buscando la santidad.   Gloria a Dios por depositar su amor sobre nosotros y concedernos la salvación;  oremos pues por la salvación de otras personas y busquemos oportunidades para compartir a Cristo con ellos.

"[Cristo] se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad" (Efesios 1:10-11).

Como miembro de la familia de Dios, usted ha obtenido una herencia futura que tiene muchos beneficios actuales. Una herencia es algo que recibe un heredero como resultado de una voluntad o un proceso legal. Es un legado que uno recibe de conexiones familiares.

Como miembro de la familia de Dios, usted es un heredero de Dios y coheredero con Cristo (Romanos 8:17). Como tal usted ha obtenido una herencia que Pedro llamó "una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros".  (1 Pedro 1:4) No puede morir, desaparecer, contaminarse, marchitarse porque el cielo es intemporal y sin pecado. Es una herencia segura.

En Efesios 1:11 Pablo se refiere a la misma en tiempo pasado ("tuvimos herencia"). Eso es significativo porque la plenitud de su herencia no se dará a conocer hasta que usted sea glorificado en la presencia de Dios (1 Juan 3:2). Sin embargo, su herencia es tan segura que Pablo se refiere a ella como si ya la tuviera en sus manos.

Aunque su totalidad está todavía en el futuro, su herencia tiene beneficios presentes también. Además de heredar a Cristo y el Espíritu Santo, también hereda paz, amor, gracia, sabiduría, alegría, victoria, fortaleza, orientación, misericordia, perdón, justicia, discernimiento, y todos los demás beneficios espirituales. Pablo lo resume así: "sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios".  1 Corintios 3:22-23.

Hoy en día muchos cristianos están tan preocupados por la adquisición de bienes materiales que ellos pierden muchos de los actuales beneficios de su herencia espiritual y la alegría de disfrutarlos antes de  su cumplimiento. ¡No caiga en la trampa!


Echar una mirada hacia adelante, a su herencia eterna, le ayudará a mantener una perspectiva adecuada sobre las cosas temporales y lo motivará a alabar y adorar a Dios.  ¡Alabado sea el Señor por la herencia indescriptible que le espera en el cielo! Dele gracias a Dios por los presentes beneficios de su herencia, que son suyos para disfrutarlos todos los días.

“Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, Porque Jehová te ha hecho bien”. Salmos 116:7.

Escuche de una mujer que despertó a su marido porque le pareció oír a un ladrón en la planta baja. El esposo bajó con una linterna y alumbró a su alrededor. Efectivamente, había un ladrón en su casa. Él dijo: "Alto ahí. Tengo una pistola frente a usted ".

Enseguida tomó el teléfono y marcó el número de emergencia. "Otra cosa", le dijo: "Antes de que te lleve la policía, quiero que mi esposa venga y lo conozca. Porque ella ha estado escuchándolo durante 24 años ".


Una gran cantidad de personas son así. Toman prestados problemas anticipándose a ellos o por el contrario, se preocupan por los que puedan pasar. Escuche bien, lo que hay que hacer es dejar de buscar culpables en el ayer o estar anticipándose a los problemas de mañana con ansiedad.  Simplemente descanse en el día que el Señor le ha dado hoy.

“El odio despierta rencillas; Pero el amor cubrirá todas las faltas”. Proverbios 10:12

Hay personas que en cada reunión se deleitan encontrando fallas en los demás. Cuando oyen algo desagradable, se complacen en divulgarlo.

El amor no se goza de la injusticia. El amor desearía que nunca hubiese sucedido. El amor trata de cubrir. Eso no quiere decir que nosotros aprobamos el pecado, lo cubrimos. No estoy diciendo "encubrimos", sino cubrimos. Permítanme ilustrarlo.

Noé tenía tres hijos, Sem, Cam y Jafet. Y dice la Biblia que  Noé se dedicó a cultivar la tierra, y plantó una viña. Un día, bebió vino y se embriagó, quedándose desnudo dentro de su tienda.  Cam, el padre de Canaán, vio a su padre desnudo y fue a contárselo a sus hermanos, que estaban afuera. Entonces Sem y Jafet tomaron un manto, se lo echaron sobre los hombros, y caminando hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre. Como miraban en dirección opuesta, no lo vieron desnudo. Génesis 9:20-23. No avalaron lo que había hecho su padre, pero lo cubrieron.


Que hermosa lección podemos tomar de Sem y Jafet para aplicar a nuestro prójimo en momentos de vergüenzas; recordando también que nuestro señor Jesucristo cubrió nuestras vergüenzas al morir en la cruz.  ¿No sería el mundo mucho mejor si tuviéramos ese espíritu? Cuando Satanás te tiente a "revolver la cloaca", recuerda que el amor no se alegra de la injusticia.

“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración”. 1 Pedro 4:7

Pedro alienta a los lectores a considerar la vida a la luz del fin que se acerca. Deben esperar paciente y fervientemente el regreso de Cristo. Aunque nadie sabe cuando llegará el fin, los cristianos deben vivir con una ardiente anticipación de la consumación.

Muchos escritores del Nuevo Testamento se refieren al fin de los tiempos. Pablo, por ejemplo, les informa a los romanos que consideren el tiempo en función de su propia relación con el fin, dado que, añade él: “porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11). El escritor de Hebreos exhorta a los lectores de la epístola a congregarse, tras lo cual dice: “tanto más,  cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25). Santiago apunta al fin de los tiempos y consuela a sus connacionales oprimidos con las siguientes palabras: “Tened también vosotros paciencia,  y afirmad vuestros corazones;  porque la venida del Señor se acerca. Hermanos,  no os quejéis unos contra otros,  para que no seáis condenados;  he aquí,  el juez está delante de la puerta” (Santiago 5:8-9). Y finalmente Juan alerta a sus lectores al hecho de que: “Hijitos,  ya es el último tiempo;  y según vosotros oísteis que el anticristo viene,  así ahora han surgido muchos anticristos;  por esto conocemos que es el último tiempo” (1 Juan 2:18). En la iglesia primitiva, como se ve, los creyentes esperaban el regreso inminente de Jesús.

En espera de la llegada del tiempo del fin, los cristianos deben demostrar una conducta ejemplar. Sus vidas deben estar marcadas por la oración. Pedro escribe: “así que manténganse firmes y comedidos de mente para poder orar realmente como se debe”. Nótese que en 3:7 él exhorta a los esposos a ser considerados con sus esposas para que nada estorbe sus oraciones. La oración, entonces, es un aspecto importante de la vida espiritual del cristiano, en especial en el contexto del regreso de Cristo.

Mientras esperan el fin del mundo, los cristianos deben tener la mente despejada (1 Pedro 1:3; 5:8; y véase 1 Tesalonicenses 5:6) y evitar envolverse en un frenesí de preparaciones. La comunidad cristiana debe, en cambio, prestar atención a los signos de los tiempos y aguardar expectante el fin que se acerca. La actitud apropiada en esta situación es la de sobriedad y moderación. En otras palabras, los cristianos deben tener dominio propio en su esfuerzo por mantener la mente despejada. Deben demostrar templanza en la comida y en la bebida, y exhibir los principios de una conducta moral (2 Pedro 1:6).

Las características de una mente despejada y dominio propio son esenciales para orar libremente. La oración requiere esfuerzo; es entonces cuando el cristiano puede presentar sus alabanzas y peticiones fervientemente ante el trono de Dios (Lucas 21:36; Hebreos 4:16). La Escritura enseña que el no orar a Dios es pecado (1 Samuel 12:23). La oración es el requisito básico para el cristiano que desea llevar una vida agradable a Dios y al hombre. Por medio de la oración el cristiano establece en primer lugar un vínculo vertical con Dios antes de unirse en vínculo horizontal con su prójimo.


Ahora bien,  te pregunto: ¿Estás orando por el pronto regreso de Jesucristo? ¿Es este un tema en el cual no deseas pensar, más bien lo evades? Si amas a Jesucristo, debes estar anhelando su regreso. Si, yo lo tengo en mi corazón, pero tengo muchos deseos de poner mis ojos cara a cara con los de  Él y caminar con Él y hablar con Él de persona a persona;  y puedo exclamar: "sí,  ven,  Señor Jesús" (Apocalipsis 22:20).

“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. Marcos 11:23.

Este pasaje nos da tres reglas acerca de la oración.
  1. Debe ser una oración de fe. La frase acerca de trasladar montañas era una frase judía bastante corriente. Se aplicaba principalmente al hecho de suprimir, o superar, dificultades. Se usaba en referencia a los maestros sabios. Un buen maestro que pudiera eliminar las dificultades con que se enfrentaban las mentes de sus estudiantes se llamaba un eliminador de montañas. De modo que la frase del pasaje quiere decir que, si tenemos verdadera fe, la oración es un poder que puede resolver cualquier problema, y capacitarnos para enfrentarnos con cualquier dificultad y vencerla. Eso parece muy sencillo, pero conlleva dos variables.
    • La primera, implica que debemos estar dispuestos a llevarle a Dios nuestros problemas y dificultades. Esta ya es, en sí, una prueba muy real, porque algunas veces nuestros problemas consisten en que queremos obtener cosas que no deberíamos ni desear, o queremos encontrar la manera de hacer algo que no deberíamos ni pensar en hacer, queremos justificarnos por hacer algo a lo que no deberíamos dedicar nuestro esfuerzo ni pensamiento. Una de las grandes pruebas de cualquier problema es sencillamente decir: ¿Puedo realmente llevárselo a Dios, y pedirle Su ayuda?
    •  La segunda, implica que debemos estar dispuestos a aceptar la dirección de Dios cuando Él la ofrezca. Es la cosa más corriente del mundo pedir consejo cuando solo lo que queremos realmente es que se nos dé la aprobación de algo que ya hemos decidido llevar a cabo. Es inútil ir a Dios para pedir Su dirección a menos que estemos dispuestos a ser lo bastante obedientes como para aceptarla. Pero si le llevamos a Dios nuestros problemas y somos lo bastante humildes y valientes como para aceptar Su dirección, recibimos el poder que puede conquistar las dificultades de pensamiento y de ejecución.
       
  2. Debe ser una oración observadora. Es un hecho universal que cualquier cosa que se emprende en un espíritu de observación confiada tiene más de doble posibilidades de éxito. El enfermo que va al médico y no tiene ninguna confianza en el tratamiento que se le prescriba, tiene muchas menos posibilidades de mejorar que el que tiene confianza en que el médico le puede curar.  Cuando  oramos,  no  debemos  hacerlo  meramente  por  rutina.  No  debe  ser  nunca nuestra  oración un rito sin esperanza.
    Para muchas personas la oración es, o un rito piadoso, o una esperanza desesperada. Pero debería ser una cuestión de ardiente expectación. Puede que nuestro problema sea que lo que queremos de Dios sea nuestra respuesta, y no reconocemos Su respuesta cuando llega.
  3. Debe ser una oración de amor. La oración de un amargado no puede atravesar el muro de su propia amargura. ¿Por qué? Si hemos de hablar con Dios, tiene que haber algún contacto entre nosotros y Él. No puede haber ninguna intimidad entre dos personas que no tienen nada en común. El principio fundamental de Dios es el amor, porque Dios es amor. Si el principio determinante del corazón de una persona es la amargura, levanta una barrera entre sí y Dios. Para que la oración de tal persona sea contestada tendrá que pedirle a Dios que le limpie el corazón de ese espíritu de amargura, y le infunda el espíritu del amor. Entonces podrá hablar con Dios, y Dios podrá contestarle.

Todos nosotros tenemos que enfrentar gigantes cada día. Gigantes de duda, de miedo, de desánimo, de ruina financiera, de enfermedad, de relaciones rotas. ¿Crees que los gigantes en la tierra prometida tomaron a Dios por sorpresa? Dios sabía que estaban allí todo el tiempo, que eran parte de su propósito para fortalecer la fe de sus hijos. Es tiempo que te agarres de la Palabra de Dios y creas que lo que ella dice es cierto.

"!!Oh, cuánto amo yo tu ley!  Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, Porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, Porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos; De todo mal camino contuve mis pies, Para guardar tu palabra". (Salmos 119:97-101).

Dios está íntimamente involucrado en el curso de la historia humana y está dirigiendo su curso hacia un clímax predeterminado específico. Durante siglos los hombres de diversas escuelas filosóficas han debatido sobre la causa, rumbo, y el clímax de la historia humana. Algunos niegan a Dios y por lo tanto, niegan cualquier participación divina en la historia. Otros creen que Dios puso todo en movimiento, y luego se retiró para dejarlo progresar por su cuenta. Sin embargo otros creemos que Dios está íntimamente involucrado en el curso de la historia humana y está dirigiendo su curso hacia un clímax predeterminado específico.

En Efesios 1:9-10 Pablo asienta este debate al recordarnos que Jesús mismo es la objetivo de la historia humana. En Él todas las cosas se resumen, toda la historia humana será resuelta y unida al Padre a través de la obra del Hijo.

Como dijo Pablo en otro lugar: "por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Colosenses 1:19-20). La culminación de la obra reconciliadora de Cristo vendrá en su reino milenario (Apocalipsis 20). Después de eso, Él dará paso en al estado eterno con un cielo y la tierra nueva (Apocalipsis 21).

A pesar de la incertidumbre política y el descontento militar en el mundo de hoy, estemos seguros de que Dios está en control. Él gobierna el mundo (Isaías 40:22-24), las naciones (Isaías 40:15-17), como a individuos (Proverbios 16:9). El tiempo de Dios es justo a tiempo. Nada le toma por sorpresa y nada frustra sus propósitos. En última instancia Él vencerá el mal y arreglará todo en Cristo.


Gracias a Dios por la sabiduría e inteligencia que Él nos da para ver más allá de las circunstancias temporales y Sus propósitos eternos. Viva hoy con esa perspectiva en mente.

"que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo" (Efesios 1:8-9).

Aun cuando usted no haya obtenido grados académicos, tiene la sabiduría que supera con creces al incrédulo más educado. Cuando Dios lo redimió, Él no sólo perdonó sus pecados y quitó la culpa y el castigo del pecado, sino que también le dio sabiduría e inteligencia espiritual; dos elementos esenciales para la vida piadosa. Estos dos elementos hablan de la capacidad de entender la voluntad de Dios y aplicarla a su vida de manera práctica.

Como creyente usted entiende las verdades más sublimes de todas. Por ejemplo, usted sabe que Dios creó el mundo y controla el curso de la historia. Usted sabe que la razón de la humanidad por la existencia es conocer y glorificar a Dios. Usted tiene metas y prioridades que trascienden las circunstancias y limitaciones terrenales.

Tal sabiduría y perspicacia escapa de los incrédulos porque tienden a ver las cosas de Dios con desdén (1 Corintios 2:14). Pero usted "tiene la mente de Cristo" (v. 16). Su Palabra pone de manifiesto su voluntad y su espíritu le da el deseo y la capacidad de entender y obedecerla.

El día de hoy es una nueva oportunidad para cultivar ese deseo, a través de la oración diligente y estudio de la Biblia. Permita que sea suyo también  el compromiso del salmista cuando dice: "!!Oh, cuánto amo yo tu ley!  Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, Porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, Porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos; De todo mal camino contuve mis pies, Para guardar tu palabra".(Salmos 119:97-101).

Gracias a Dios por la sabiduría y discernimiento que Él nos da a través de Su Palabra. Si usted ha descuidado el estudio de la Palabra, pida perdón y comience una vez más a refrescar su espíritu con sus verdades. Pida sabiduría para responder bíblicamente a cada situación que enfrenta hoy en día.


Muchos cristianos piensan que la voluntad de Dios es vaga o está escondida para ellos. Pero la Escritura menciona varios aspectos específicos de su voluntad. Una vez que usted se enfila con esos detalles, el Espíritu le dirigirá en las otras áreas de su vida.

“Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mateo 4:3).

Antes de Satanás tentar a Jesús de una manera más directa, le lanzó un reto cínico para poner a prueba la deidad de Cristo. Esa declaración condicional del diablo: "Si eres Hijo de Dios", asume que Jesús era realmente el Hijo amado de Dios (3:17). Pero Satanás esperaba persuadirlo con una manifestación del poder divino que violara el plan de Dios, el cual instaba a Jesús a no utilizar su poder divino en la tierra y aplicarlo sólo cuando el Padre dispusiera. Si Satanás podía hacer que Jesús ostentara de sus derechos divinos y actuara con independencia de su Padre, esto hubiese correspondido a la desobediencia.

Ahora bien, Dios le ha dado un don a cada persona, y cada persona puede hacerse una de dos preguntas. Puede preguntarse: ¿Qué partido puedo yo sacar de este don?" o: ¿Cómo puedo yo usar este don para el bien de los demás?» Esta clase de tentación se nos puede presentar en las cosas más sencillas. Una persona puede poseer, por ejemplo, una voz agradable de escuchar; puede proponerse sacarle partido, y negarse a usarla a menos que se le paguen. No hay razón para rehusar que se le pague, pero hay toda clase de razones para no deber usarla solamente para que se le paguen. No hay persona que no tenga la tentación de usar egoístamente el don que Dios le haya asignado.

Obviamente, entonces, el propósito de la primera tentación fue más allá de conseguir que Jesús satisficiera su hambre física, incitándolo al mal uso del poder milagroso. El diablo quería que Cristo dudara de la palabra, el amor y provisión del Padre; de modo que declararse desobedientemente hambriento, simplemente no hubiese sido lo indicado para el unigénito Hijo de Dios.

El argumento de Satanás fue: "¿Acaso no había aguantado ya suficientes circunstancias humillantes  (el establo, la huida a Egipto, confusión en Nazaret, esta vez en el desierto) en un esfuerzo por identificarse con la indigna humanidad?" Pero a diferencia de Eva en el Jardín del Edén (Génesis 3:1), Jesús se mantuvo fiel a la voluntad de Dios y no dudó de la palabra del Padre o de Su posición como el Hijo de Dios.


Sí, hay más en juego en la tentación que el mero objeto de la seducción. Hay asuntos significativos que tienen que ver con la confianza, la libertad y la identidad de los involucrados. ¿Qué tan serio está tomando estas amenazas en su vocación cristiana? Oremos para que Dios nos ayude a ver las batallas no como parecen sino tal y como son.

Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.  Efesios 2:1-3

La gracia es el amor inmerecido que Dios muestra a los pecadores. Él expresó este amor a través de la muerte expiatoria de su Hijo. Se convierte en nuestra cuando confesamos que somos pecadores y recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador. Debido a la gracia, somos perdonados por Dios y adoptados en Su familia.

El pasaje arriba mencionado describe nuestra vida antes de la gracia; dice que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Esto significa que cada persona nace con impotencia para relacionarse con Dios; venimos a este mundo sin vida espiritual.  Paradójicamente nacemos muertos espirituales. Nuestra naturaleza viene inclinada a  alejarnos de Dios y hacia nosotros mismos. Además, nuestro pensamiento y comportamiento siguen al mundo, que, según la Escritura, está bajo el control de Satanás. Su plan siempre se opone a Dios y nos lleva a rebelarse en contra de los mandamientos divinos.

Antes de encontrarse con la gracia, Pablo era muy religioso, pero ciego a la perspectiva y el plan del Señor. Se opuso activamente a aquellos que seguían a Cristo (Hechos 26:9-11). Con el objetivo de destruir la iglesia, él buscaba erradicar la fe cristiana, que él consideraba falsa. Pablo continuó persiguiendo a los creyentes hasta que se encontró con Jesús en el camino a Damasco (9:3-6). Sólo entonces el futuro apóstol rindió su voluntad a la de Dios, y se convirtió en un verdadero seguidor de Cristo.


Si usted no ha creído en el Salvador, entonces usted está muerto espiritualmente, separado de Dios, y bajo Su juicio. Al igual que Pablo, puede ser muy religioso pero carece de una relación personal con Jesucristo. Dios le ofrece la salvación hoy a través de fe en Él. ¿Cómo va a responder?

“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:5-6).

Su relación con Dios le permite disfrutar de una verdadera satisfacción. Si ya ha leído La reflexión  "Enfrentando la avaricia", usted podría preguntarse, "¿Pero cómo puedo disfrutar de la alegría y estar satisfecho con lo que tengo?". Usted puede empezar por darse cuenta de la bondad de Dios y creer que Él se hará cargo de usted ya que usted es uno de sus hijos . Usted puede reivindicar la promesa en Romanos 8:28, "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados".

En segundo lugar, usted debe darse cuenta de que en verdad Dios es omnisciente, Él conoce todas las cosas y todas sus necesidades personales. Él conoce sus necesidades individuales mucho antes de que usted lo haga y aun antes de que usted ore por ellas. Jesús afirma: "Vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas" (Lucas 12:30).

Usted también puede disfrutar de alegría al recordar que lo que usted quiere o necesita es una cosa; lo que se merece es otra. El patriarca Jacob confesó: "menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo" (Génesis 32:10). Usted alcanzará satisfacción si toma en cuenta que el más pequeño de los favores o bendiciones de Dios que usted recibe, es más de lo que usted merece.

En última instancia, la satisfacción real será suya si usted posee una comunión vital con Dios por medio de Jesucristo. Entonces, entenderá como el apóstol Pablo, que las cosas temporales no importará tanto: "Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo". (Filipenses 3:8). Dios puede o no concederle alguna nueva bendición hoy o esta semana. En cualquier caso, pídale a Dios en oración que usted pueda resultar satisfecho y agradecido.

"Vuestra manera de vivir sea sin avaricia de dinero, estad satisfechos con las cosas que tenéis, porque Él dijo: No te dejaré ni te desampararé" (Hebreos 13: 5).

Si usted está contento con lo que Dios le ha dado, usted no será una persona  codiciosa o amante del dinero. La avaricia es el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas. Desde un punto de vista cristiano, se trata de un pecado y un vicio ya que trasciende la voluntad de Dios expresada en su Palabra.

La avaricia se diferencia de la codicia en que ésta última supone el afán excesivo de riquezas, sin la voluntad de atesorarlas. Las personas avaras pretenden acumular todo tipo de bienes materiales pero no están dispuestas a gastarlas o compartirlas.

Por ejemplo: “Una persona puede llevar ahorrando toda su vida y, aunque sabe que no vivirá lo suficiente para gastarla, su avaricia le impide disfrutar de su fortuna”; “Otra podría ser tan avara que puede permitir que su hijo o hija viva en la calle, a sabiendas que no cuenta con los recursos suficientes, sólo porque espera que esa persona consiga su propio dinero a base de esfuerzo, sin importar las circunstancias, tal como él asegura haberlo hecho en su juventud”.

Es frecuente que la avaricia aparezca vinculada a otros pecados o a ciertos delitos, como la traición, la estafa y el soborno. El avaro sólo pretende sumar más y más riquezas y no conoce ningún límite legal o ético para cumplir con su objetivo. Si es necesario perjudicar a otra persona o pasar por encima de la ley, no tiene problema en hacerlo.

Por ejemplo tenemos el anécdota de un hombre que entró en la oficina del pastor y confesó que cargaba con el pecado de la gula. Cuando le dijo que no se veía con sobrepeso, él le respondió: "Lo sé. No es que yo coma mucho, sino que lo deseo. Yo continuamente como con los ojos. Es una obsesión ".

La codicia es muy similar a la actitud glotona de ese hombre. Usted no tiene que adquirir un montón de cosas, o incluso nada en absoluto, para ser codicioso. Si usted invierte tiempo en adquirir cosas y está centrando toda su atención en cómo puede conseguir más, usted es culpable de codicia.

No es malo ganar o poseer riquezas. En el Antiguo Testamento, Abraham y Job tenían una enorme riqueza. Un número de fieles creyentes del Nuevo Testamento también eran bastante ricos. El problema viene cuando tenemos una actitud codiciosa que ansía el dinero por encima de todo lo demás. Pablo nos advierte: "porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores" (1 Timoteo 6:10). Amar el dinero es tal vez la forma más común de toda avaricia; es similar a codiciar las riquezas materiales en diversas formas.

No importa lo que parezca, este tipo de codicia engendra el mismo resultado espiritual, desagrada a Dios y nos separa de Él. Más ingresos, una casa más grande, mejor ropa, un coche más lujoso, más de esto, más de aquello; esta actitud puede tentarnos todos y llevarnos a la ruina espiritual.

Pero el Señor quiere que seas libre del materialismo que esclaviza fácilmente a aquellos  a tu alrededor, no cristianos. Sus posesiones terrenales son sólo vanidad, un bien temporal. Perderán todo ello muy pronto un día. Así que Dios nos dice que estemos "contento con lo que tiene" (Hebreos 13: 5), y nos percatemos de que tenemos "una mejor y perdurable herencia en los cielos" (10:34) con nuestra salvación.


Toma un momento para hacerte un examen interior y pregúntate: ¿Hay alguna codicia o materialismo en mi vida hoy? Si la repuesta es si, confiésalo a Dios, y pídele en oración que te de un deseo renovado de confiar en Él en lugar de las riquezas inciertas.

“No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. (Hebreos 13:2).

Debido a que nosotros también somos seres humanos, Dios hace posible que nos solidaricemos con otras personas que podrían estar soportando penurias. El credo Apostólico , un antiguo credo de la iglesia, dice: "Si un cristiano es condenado por el amor de Cristo, a las minas, por los impíos, no esquives la circunstancia, sino que con el producto de tu trabajo y sudor, le enviaras algo para sostenerse a sí mismo , y para premiar al soldado de Cristo ". Usted puede ver en esta cita que la iglesia primitiva tomó en serio su responsabilidad de ayudar a las personas que estaban sufriendo persecución. Con el fin de obtener dinero para liberar a un hermano en la fe, algunos de los primeros cristianos, incluso se vendían como esclavos.

Es poco probable que alguna vez tengamos que enfrentar este tipo de medidas extremas. Pero definitivamente podemos aprender de la actitud del corazón que promovió tal acción. El punto es, que debemos hacer todo lo necesario para comprender lo que otros están pasando. No necesariamente tenemos que experimentar la misma hambre, prisión o malos tratos que están soportando otros con el fin de compadecernos. Siendo humanos y sufriendo nuestro propio dolor y hambre debería ser suficiente incentivo para nosotros ayudar a los demás.

Usted podría tener empatía amorosa por alguien en al menos tres formas. En primer lugar, usted puede simplemente "estar allí",  como un amigo para animar a la otra persona cuando está en problemas.

En segundo lugar usted puede mostrar empatía dando ayuda directa. Los filipenses compartieron con el apóstol Pablo su aflicción con apoyo financiero a su ministerio por otros territorios (Filipenses 4:14-16). De esta manera ellos también lo alentaron espiritualmente.

En tercer lugar, usted puede dar empatía a través de la oración. Las palabras de Pablo al final de Colosenses, "Acordaos de mis prisiones" (Colosenses 4:18), fueron un llamado a la oración. Era el único medio por el cual el resto de la iglesia podía apoyar con eficacia.


Si tenemos el ejemplo de Cristo, que no es "un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades" (Hebreos  4:15), ¿cómo podemos ignorar las calamidades de los demás, especialmente las de los hermanos en la fe? En su lugar, la empatía sincera debe ser una parte regular de nuestro servicio para el Señor.  Roguemos a nuestro Dios  por un mayor estado de interés y la sensibilidad por aquellos que sabemos que pueden estar sufriendo.

“No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. (Hebreos 13:2).

La hospitalidad debe ser un rasgo de todos los cristianos, porque cada vez que la ejercemos,  ministramos para el Señor. Si usted es un cristiano, su responsabilidad de amar a los demás no se detiene con otros creyentes. El apóstol Pablo es muy explícito y directo acerca de esto: "Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos" (1 Tesalonicenses 5:15.). "Para con todos" incluye incluso a sus enemigos, a "extranjeros", o bien pueden hacer referencia a no creyentes, así como creyentes. El escritor de Hebreos está diciendo que a menudo no sabremos el impacto  que tendrá la hospitalidad. Por lo tanto, debemos estar siempre alertas y diligentes porque nuestras acciones pueden incluso influir en alguien hacia la salvación.

La última parte de Hebreos 13:2, "algunos hospedaron ángeles sin saberlo", subraya aún más el punto de que nunca podemos saber cómo podría ser importante o significativo un acto de hospitalidad. Abraham no tenía idea de que dos de los tres hombres que pasaban por su tienda eran ángeles y que el tercero era el mismo Señor, pero aún así hizo todo lo pertinente demostrando así hospitalidad (Génesis 18:1-5). La motivación primaria sigue siendo el amor, por el bien de los que ayudamos y para la gloria de Dios.

El Señor Jesús dice: "Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". (Mateo 25:40). Como cristianos, cuando alimentamos al hambriento, ayudamos al extranjero, vestimos al desnudo, y visitamos a alguien en la cárcel, en esa medida estamos sirviendo a Cristo. Si damos la espalda a las personas, creyentes o no creyentes, que tienen necesidades reales, es lo mismo que darle la espalda a Cristo (v. 45). Amar a través de la hospitalidad es, por tanto, más que una opción una orden.


Que nuestro Dios todopoderoso nos de la fortaleza y entendimiento necesario para tener un mayor deseo hacia la hospitalidad y que podamos ministrar a una persona específica en esta área.

“Permanezca el amor fraternal” (Hebreos 13:1).

El amor genuino entre los cristianos es un testimonio ante el mundo, ante nosotros mismos y ante Dios. La importancia del amor fraternal se extiende mucho más allá de las paredes de su iglesia local. En Juan 13:35 Jesús dice: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". En efecto, Dios ha hecho del amor de los unos por los otros la regla de medir por el cual el mundo puede determinar si nuestra profesión cristiana es auténtica. Es por eso que es tan importante que tengamos una actitud desinteresada y coloquemos sinceramente los intereses de nuestros hermanos y hermanas en Cristo delante de los nuestros.

Si usted es un padre, usted sabe el placer que da cuando sus hijos aman y se preocupan por los demás. Tales relaciones armoniosas hacer a una familia muy unida y cumplen con las palabras del salmista: "!!Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía!" (Salmos 133:1). Dios es complacido y glorificado cuando los hermanos y hermanas cristianos se aman y ministrar juntos en armonía.

Ni el autor de Hebreos, ni el apóstol Juan equipara el amor con un afecto sentimental, superficial. Como ya se ha sugerido, el compromiso práctico marca el verdadero amor fraternal. Si usted no tiene ese compromiso, es razonable poner en duda su relación con Dios (1 Juan 3:17). Negarse a ayudar a un hermano en la fe cuando se puede, según Juan, revela que en realidad no lo ama. Y si no lo amas, el amor de Dios no puede estar en tu corazón, lo que demuestra que usted no pertenece a Él. Esta lógica es aleccionadora y persuasiva. Nos debe motivar aún más, ver la importancia de practicar el amor fraternal: "Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él". (1 Juan 3:18-19).


Medite en estas palabras, haga memoria y pida perdón al Señor por los momentos en los que usted no mostró amor fraternal o cuando usted fue reacio a ayudar a otros cristianos en necesidad.

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