"Porque cuando aún estábamos con vosotros, os predecíamos que íbamos a padecer tribulaciones, como ha acontecido y lo sabéis. Por esto, yo también, no soportando más, envié a reconocer vuestra fe, no fuera que, de algún modo, os hubiera tentado el que tienta, y que nuestro trabajo hubiera sido en vano."(1 Tesalonicenses 3:4-5).
No es popular hoy en día creer en un diablo personal y literal, incluso entre los que profesan ser cristianos. El diablo se ve cada vez más como algo, producto de nuestra imaginación y un dispositivo útil para coaccionar a la obediencia.
Sin embargo, además del nombre utilizado aquí ("tentador"), el Nuevo Testamento da a Satanás muchos otros nombres: "príncipe de este mundo" (Juan 12:31; 14:30; 16:11); "El príncipe de la potestad del aire" (Efesios 2:2); "El dios de este mundo" (2 Corintios 4:4); "Abaddon" y "Apolión", de los cuales ambos significan "destructor" (Apocalipsis 9:11); y "la serpiente antigua" (Apocalipsis 12: 9).
Con estas y otras muchas referencias al diablo en la infalible Palabra de Dios, todo lo cual lo señalan como una persona verdadera, sobrenatural; está muy claro que existe Satanás. Y Satanás nunca se hizo más personal y manifiesto que cuando se enfrentó a Jesús en el desierto. ¡El Señor tenía un enemigo real, personal en todos los sentidos de la expresión!
El apóstol Pablo tenía la intención de confirmar y consolar; pero temía que sus trabajos fueran en vano. Ciertamente si Satanás no puede impedir que los ministros trabajen en la palabra y la doctrina, si le es posible, estorbará el éxito del beneficio del trabajo de ellos. Nadie quiere trabajar voluntariamente en vano. La voluntad y el propósito de Dios es que entremos en su reino a través de muchas aflicciones. Los apóstoles, lejos de halagar a los creyentes con la expectativa de prosperidad mundana en la religión, les decían claramente que debían contar con los problemas de la carne. Los cristianos corrían peligro y había que advertirles; así serían mejor resguardados para no ser conmovidos con algunas artimañas del tentador.
Desde la caída, Satanás ha dirigido su atención y furia contra Dios y la obra del reino. Mientras Cristo estaba en la tierra, la oposición fue especialmente intensa en contra del Hijo y su misión redentora, comenzando desde el principio de su ministerio. Sin embargo, todas las fuerzas del infierno nos siguen presentando retos reales mientras nos esforzamos en presentar el reino de Dios. Así que, todos los creyentes debemos permanecer siempre vigilantes y orando en contra de un verdadero enemigo espiritual.
¿Ha crecido tolerante en cuanto a ser vigilante del "león rugiente" (1 Pedro 5: 8) que busca activamente a devorarte? No existe razón para temerle, porque nuestro Dios es un triunfador, pero él está sin duda en la necesidad de destruir. Pidámosle al Señor que nos haga sabios y cuidadosos ante la presencia del enemigo.
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