Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, Y camino de vida las reprensiones que te instruyen. Pr 6.23

Enfrentando la avaricia

"Vuestra manera de vivir sea sin avaricia de dinero, estad satisfechos con las cosas que tenéis, porque Él dijo: No te dejaré ni te desampararé" (Hebreos 13: 5).

Si usted está contento con lo que Dios le ha dado, usted no será una persona  codiciosa o amante del dinero. La avaricia es el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas. Desde un punto de vista cristiano, se trata de un pecado y un vicio ya que trasciende la voluntad de Dios expresada en su Palabra.

La avaricia se diferencia de la codicia en que ésta última supone el afán excesivo de riquezas, sin la voluntad de atesorarlas. Las personas avaras pretenden acumular todo tipo de bienes materiales pero no están dispuestas a gastarlas o compartirlas.

Por ejemplo: “Una persona puede llevar ahorrando toda su vida y, aunque sabe que no vivirá lo suficiente para gastarla, su avaricia le impide disfrutar de su fortuna”; “Otra podría ser tan avara que puede permitir que su hijo o hija viva en la calle, a sabiendas que no cuenta con los recursos suficientes, sólo porque espera que esa persona consiga su propio dinero a base de esfuerzo, sin importar las circunstancias, tal como él asegura haberlo hecho en su juventud”.

Es frecuente que la avaricia aparezca vinculada a otros pecados o a ciertos delitos, como la traición, la estafa y el soborno. El avaro sólo pretende sumar más y más riquezas y no conoce ningún límite legal o ético para cumplir con su objetivo. Si es necesario perjudicar a otra persona o pasar por encima de la ley, no tiene problema en hacerlo.

Por ejemplo tenemos el anécdota de un hombre que entró en la oficina del pastor y confesó que cargaba con el pecado de la gula. Cuando le dijo que no se veía con sobrepeso, él le respondió: "Lo sé. No es que yo coma mucho, sino que lo deseo. Yo continuamente como con los ojos. Es una obsesión ".

La codicia es muy similar a la actitud glotona de ese hombre. Usted no tiene que adquirir un montón de cosas, o incluso nada en absoluto, para ser codicioso. Si usted invierte tiempo en adquirir cosas y está centrando toda su atención en cómo puede conseguir más, usted es culpable de codicia.

No es malo ganar o poseer riquezas. En el Antiguo Testamento, Abraham y Job tenían una enorme riqueza. Un número de fieles creyentes del Nuevo Testamento también eran bastante ricos. El problema viene cuando tenemos una actitud codiciosa que ansía el dinero por encima de todo lo demás. Pablo nos advierte: "porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores" (1 Timoteo 6:10). Amar el dinero es tal vez la forma más común de toda avaricia; es similar a codiciar las riquezas materiales en diversas formas.

No importa lo que parezca, este tipo de codicia engendra el mismo resultado espiritual, desagrada a Dios y nos separa de Él. Más ingresos, una casa más grande, mejor ropa, un coche más lujoso, más de esto, más de aquello; esta actitud puede tentarnos todos y llevarnos a la ruina espiritual.

Pero el Señor quiere que seas libre del materialismo que esclaviza fácilmente a aquellos  a tu alrededor, no cristianos. Sus posesiones terrenales son sólo vanidad, un bien temporal. Perderán todo ello muy pronto un día. Así que Dios nos dice que estemos "contento con lo que tiene" (Hebreos 13: 5), y nos percatemos de que tenemos "una mejor y perdurable herencia en los cielos" (10:34) con nuestra salvación.


Toma un momento para hacerte un examen interior y pregúntate: ¿Hay alguna codicia o materialismo en mi vida hoy? Si la repuesta es si, confiésalo a Dios, y pídele en oración que te de un deseo renovado de confiar en Él en lugar de las riquezas inciertas.

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