“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. Marcos 11:23.
- Debe ser una oración de fe. La frase acerca de trasladar montañas era una frase judía bastante corriente. Se aplicaba principalmente al hecho de suprimir, o superar, dificultades. Se usaba en referencia a los maestros sabios. Un buen maestro que pudiera eliminar las dificultades con que se enfrentaban las mentes de sus estudiantes se llamaba un eliminador de montañas. De modo que la frase del pasaje quiere decir que, si tenemos verdadera fe, la oración es un poder que puede resolver cualquier problema, y capacitarnos para enfrentarnos con cualquier dificultad y vencerla. Eso parece muy sencillo, pero conlleva dos variables.
- La primera, implica que debemos estar dispuestos a llevarle a Dios nuestros problemas y dificultades. Esta ya es, en sí, una prueba muy real, porque algunas veces nuestros problemas consisten en que queremos obtener cosas que no deberíamos ni desear, o queremos encontrar la manera de hacer algo que no deberíamos ni pensar en hacer, queremos justificarnos por hacer algo a lo que no deberíamos dedicar nuestro esfuerzo ni pensamiento. Una de las grandes pruebas de cualquier problema es sencillamente decir: ¿Puedo realmente llevárselo a Dios, y pedirle Su ayuda?
- La segunda, implica que debemos estar dispuestos a aceptar la dirección de Dios cuando Él la ofrezca. Es la cosa más corriente del mundo pedir consejo cuando solo lo que queremos realmente es que se nos dé la aprobación de algo que ya hemos decidido llevar a cabo. Es inútil ir a Dios para pedir Su dirección a menos que estemos dispuestos a ser lo bastante obedientes como para aceptarla. Pero si le llevamos a Dios nuestros problemas y somos lo bastante humildes y valientes como para aceptar Su dirección, recibimos el poder que puede conquistar las dificultades de pensamiento y de ejecución.
- Debe ser una oración observadora. Es un hecho universal que cualquier cosa que se emprende en un espíritu de observación confiada tiene más de doble posibilidades de éxito. El enfermo que va al médico y no tiene ninguna confianza en el tratamiento que se le prescriba, tiene muchas menos posibilidades de mejorar que el que tiene confianza en que el médico le puede curar. Cuando oramos, no debemos hacerlo meramente por rutina. No debe ser nunca nuestra oración un rito sin esperanza.
Para muchas personas la oración es, o un rito piadoso, o una esperanza desesperada. Pero debería ser una cuestión de ardiente expectación. Puede que nuestro problema sea que lo que queremos de Dios sea nuestra respuesta, y no reconocemos Su respuesta cuando llega. - Debe ser una oración de amor. La oración de un amargado no puede atravesar el muro de su propia amargura. ¿Por qué? Si hemos de hablar con Dios, tiene que haber algún contacto entre nosotros y Él. No puede haber ninguna intimidad entre dos personas que no tienen nada en común. El principio fundamental de Dios es el amor, porque Dios es amor. Si el principio determinante del corazón de una persona es la amargura, levanta una barrera entre sí y Dios. Para que la oración de tal persona sea contestada tendrá que pedirle a Dios que le limpie el corazón de ese espíritu de amargura, y le infunda el espíritu del amor. Entonces podrá hablar con Dios, y Dios podrá contestarle.
Todos nosotros tenemos que enfrentar gigantes cada día. Gigantes de duda, de miedo, de desánimo, de ruina financiera, de enfermedad, de relaciones rotas. ¿Crees que los gigantes en la tierra prometida tomaron a Dios por sorpresa? Dios sabía que estaban allí todo el tiempo, que eran parte de su propósito para fortalecer la fe de sus hijos. Es tiempo que te agarres de la Palabra de Dios y creas que lo que ella dice es cierto.
Publicar un comentario