“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración”. 1 Pedro 4:7
Pedro alienta a los lectores a considerar la vida a la luz del fin que se acerca. Deben esperar paciente y fervientemente el regreso de Cristo. Aunque nadie sabe cuando llegará el fin, los cristianos deben vivir con una ardiente anticipación de la consumación.
Muchos escritores del Nuevo Testamento se refieren al fin de los tiempos. Pablo, por ejemplo, les informa a los romanos que consideren el tiempo en función de su propia relación con el fin, dado que, añade él: “porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11). El escritor de Hebreos exhorta a los lectores de la epístola a congregarse, tras lo cual dice: “tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25). Santiago apunta al fin de los tiempos y consuela a sus connacionales oprimidos con las siguientes palabras: “Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta” (Santiago 5:8-9). Y finalmente Juan alerta a sus lectores al hecho de que: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo” (1 Juan 2:18). En la iglesia primitiva, como se ve, los creyentes esperaban el regreso inminente de Jesús.
En espera de la llegada del tiempo del fin, los cristianos deben demostrar una conducta ejemplar. Sus vidas deben estar marcadas por la oración. Pedro escribe: “así que manténganse firmes y comedidos de mente para poder orar realmente como se debe”. Nótese que en 3:7 él exhorta a los esposos a ser considerados con sus esposas para que nada estorbe sus oraciones. La oración, entonces, es un aspecto importante de la vida espiritual del cristiano, en especial en el contexto del regreso de Cristo.
Mientras esperan el fin del mundo, los cristianos deben tener la mente despejada (1 Pedro 1:3; 5:8; y véase 1 Tesalonicenses 5:6) y evitar envolverse en un frenesí de preparaciones. La comunidad cristiana debe, en cambio, prestar atención a los signos de los tiempos y aguardar expectante el fin que se acerca. La actitud apropiada en esta situación es la de sobriedad y moderación. En otras palabras, los cristianos deben tener dominio propio en su esfuerzo por mantener la mente despejada. Deben demostrar templanza en la comida y en la bebida, y exhibir los principios de una conducta moral (2 Pedro 1:6).
Las características de una mente despejada y dominio propio son esenciales para orar libremente. La oración requiere esfuerzo; es entonces cuando el cristiano puede presentar sus alabanzas y peticiones fervientemente ante el trono de Dios (Lucas 21:36; Hebreos 4:16). La Escritura enseña que el no orar a Dios es pecado (1 Samuel 12:23). La oración es el requisito básico para el cristiano que desea llevar una vida agradable a Dios y al hombre. Por medio de la oración el cristiano establece en primer lugar un vínculo vertical con Dios antes de unirse en vínculo horizontal con su prójimo.
Ahora bien, te pregunto: ¿Estás orando por el pronto regreso de Jesucristo? ¿Es este un tema en el cual no deseas pensar, más bien lo evades? Si amas a Jesucristo, debes estar anhelando su regreso. Si, yo lo tengo en mi corazón, pero tengo muchos deseos de poner mis ojos cara a cara con los de Él y caminar con Él y hablar con Él de persona a persona; y puedo exclamar: "sí, ven, Señor Jesús" (Apocalipsis 22:20).
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